A esta chica de dieciocho años yo la di clases de fotografía y cada vez que preguntaba me ponía nervioso porque se abría de piernas y enseñaba sus braguitas blancas. Se llama Nuria y tiene un novio de su edad. Un día, ya cansado de sus insinuaciones y sus minifaldas, me encerré con ella en el cuarto oscuro con la excusa de explicar una lección práctica de fotografía analógica. Y pasó lo que estaba escrito en el destino, yo la besé y ella me bajó la bragueta sacando la piruleta más dulce, mi polla, colocándola en sitio preferente, en la puerta de su coñito aun virgen. Solo bastó un ligero empujón para romper su himeny atravesarla entera como una aceituna. Estaba tan húmeda y caliente que se corrió pronto y yo sellé su coño con mi leche, con la mejor marca que un hombre puede dejar en la mujer, dejando el rastro de mi esencia en sus interiores más profundos. Si hay algo que nunca voy a dejar de hacer es sellar coñitos y marcar a todas las chicas con el hierro candente de mi polla. Ella es muy agradecida y siempre viene a mi estudio para recibir su ración del líquido vivificador, del semen fecundador. Y ha grabado este vídeo para presumir de coñito y recordarme que ella está disponible para mí a cualquier hora en cualquier día.
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