Rosa, una compañera de trabajo de treinta años y que es muy buena fotógrafa, me pide disculpas por un malentendido laboral de la mejor forma que lo sabe hacer que es despelotándose y poniéndome caliente y cachondo. Por supuesto que acepto las disculpas y la perdono, pero antes me la follo el próximo sábado en mi estudio fotográfico, ya que lo mejor de las peleas y de discutir son las reconciliaciones.
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