Helen tiene un coñito de mantequilla que se derrite por nada, y a todas horas está excitada como una perrita en celo. Ella acaba de cumplir los dieciocho años y le gusta montárselo con cuarentones como yo en sitios públicos. Le mando un e-mail con varias propuestas para una cita a ciegas para sexo discreto y sin compromiso, y acepta follar en uno de los ascensores del metro de Avenida de América. Mientras se la estoy metiendo le pregunto por los lugares más interesantes donde lo ha hecho y me contesta que la Torre de Londres. Por cierto, mañana vuelve a su país, Inglaterra para acabar sus estudios de turismo, y me ha dejado la dirección donde vive para volverla a follar si un día visito la ciudad del Tamésis.
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